A principios de 2018 abría sus puertas Gunea, uno de los restaurantes con más proyección de Asturias, ¡y llegaba para hacernos muy felices!
Se trata de un proyecto liderado por Begoña Martínez (bilbaína) y Pablo Montero (asturiano), una pareja que decidió alejarse de la vorágine de la ciudad y volver al lugar que les unió hace años, la Cruz de Illas, un pueblín del concejo de Castrillón (Asturias).
Gunea significa “lugar” en euskera, “ese sitio al que volver” en una traducción un poco más libre y poética.
Una elección de nombre que para mí no podría ser más acertada, ya que no es solo el sitio al que Begoña y Pablo querían retornar, sino que también es esa casa a la que, quienes hemos comido allí, queremos regresar una y otra vez.
Gunea, el lugar de los sueños y del buen comer
Pero Begoña (a los mandos en sala) y Pablo (a los mandos en cocina) no solo decidieron volver a Asturias, sino que también volvieron a esta casona de piedra y teja roja donde hace años comenzaría a crecer la semilla de lo que posteriormente sería Gunea.
Y es que ellos se conocieron allí, en lo que antes era el restaurante de Koldo Miranda, un hogar que aguardó pacientemente por ellos hasta que decidieron dar este nuevo rumbo a su vida.
Abandonaron el altísimo nivel de exigencia de los restaurantes en los que habían trabajado (Mugaritz, El Bulli, Azurmendi, Refectorio…) y han depositado su corazón y sus ilusiones de nuevo en la tierra, creando una cocina cimentada en las recetas tradicionales vascas y asturianas así como en un producto de temporada de gran calidad.
Para mí, la cocina de Gunea son sabores delicados y refinados, platos nada pesados y cantidades adecuadas (incluso se pueden elegir medias raciones en algunas preparaciones). Son recetas tradicionales a las que han decidido darle una vuelta de tuerca para crear su propio estilo, sin artificios pero con mucho conocimiento, gusto y esmero.
Otro aspecto que también me gusta mucho de este restaurante es que siento que todo está muy integrado: la decoración, la música, el personal, la comida… Todo compone una escena cercana y agradable que hace que te sientas muy bien acogido.
El espectáculo comienza con el pan, de hogaza, esponjoso y riquísimo, y continúa con el aperitivo que, las veces que nosotros estuvimos allí fue, o bien un cuenco de encurtidos o mantequila de la quesería “La Fontona” (San Martín de Luiña, Cudillero) sazonada con sal y hierbas.
La carta es lo suficientemente amplia como para no tener que repetir entrantes en varias visitas si no quieres. Pero sí que querrás, estoy segura.
O al menos eso fue lo que me pasó a mí, que sentí un flechazo muy fuerte con la lasaña de centollo, repollo y yema y con la tarta de cebolleta asada (o puerro), queso Rey Silo y anchoa en salazón. Desde que los comimos por primera vez ya no podemos dejar de pedirlos.
Otra gran opción para los que no comemos carne (vaca, cerdo, pollo…) pero que sí comemos pescado es el lomo de sardina ahumada, corazón de cogollo y aliño cremoso o el salmón ecológico marinado, pera, endivia y vinagreta de miel.
En cuanto a los platos principales, en temporada yo soy fiel al guiso de calamar encebollado en su tinta y patatas, delicioso mires por donde lo mires, con una textura perfecta y un sabor muy intenso pero fino a su vez.
También el rubiel con verduras me gustó mucho, ¡el aliño estaba espectacular!
Mi acompañante, la parte carnívora de la pareja, también es reincidente con el lomo alto deshuesado de vaca casina, del que dice que está muy bien ejecutado, tierno y sabroso. Yo me fío totalmente, a parte de por su incontestable bagaje con las chuletas, por el buen aspecto y color de la carne (que una ya no come carne, pero también sabía un poco de esto).
Los postres no se quedan a la zaga del resto de elaboraciones. Cierto es que aún no los he probado todos (recalco el “aún”), pero a estas alturas ya me fío completamente del saber hacer del equipo de Gunea. Lo que sí puedo decir es que en ellos prima el equilibrio y el dulzor controlado, no son nada empalagosos.
El hojaldre hecho en casa, nata doble, miel y piñones es una verdadera delicia, la tarta de chocolate 70%, galleta y café también, y los helados artesanos (mención especial a la galleta que los acompaña) están tan ricos que no me importaría tomarlos de postre todos los días.
Y es que Gunea engancha, y no solo por su deliciosa comida, si no también por la atmósfera que lo envuelve y por lo bien que tratan a sus clientes, con una sonrisa en la boca en todo momento, de forma muy cordial pero nada distante, algo que personalmente agradezco muchísimo en restaurantes de estas características.
* Este post no es contenido patrocinado, al igual que el resto de reseñas de restaurantes asturianos que puedes encontrar en el blog.
Un comentario
Con solo esas fotos ya veo lo rico que se ven cada plato.