Nuestro viaje iba llegando a su fin, tan sólo faltaban un par de días para que nuestra aventura terminase, así que teníamos que exprimir al máximo los dos días que teníamos por delante.
El séptimo día partíamos temprano de Inveraray hacia Stirling, donde visitaríamos el Castillo de Stirling y el imponente monumento a William Wallace, una torre de 67 metros de altura construída en 1860 en honor no sólo a William Wallace, sino también a otros “héroes” escoceses como Robert the Bruce, el poeta Robert Burns o el economista y filósofo Adam Smith.
La altura de la torre se ve incrementada debido a su ubicación, ya que se encuentra en la cima del monte Abbey Craig, lo que hace de las vistas desde su mirador unas de las más impactantes de toda Escocia.
Allí podrás disfrutar de varias exposiciones así como también contemplar la mítica espada de William Wallace, cuya empuñadura, según cuenta la leyenda, está hecha de piel de sus enemigos…
¡Para llegar hasta el mirador de la torre tendrás que ascender por una estrecha y vertiginosa escalera de espiral de 246 peldaños! Así que te lo podéis tomar con mucha calma.
Tras hacer una breve parada en el aeropuerto para despedirnos de nuestro querido “Hyundi”, cogimos un autobús a Edimburgo que nos dejaría en la céntrica estación de Waverley, desde donde iríamos caminando hasta nuestro hotel, el Appex City, situado en pleno centro de la ciudad, en Grassmarket. Si te apetece saber mi opinión sobre el hotel puedes entrar en el post Mi experiencia con los hoteles en Escocia.
El camino entre Waverley y el hotel fue uno de los momento más estresantes de todo el viaje. Edimburgo está ubicada sobre varias colinas de origen volcánico (Castle Rock, Calton Hill, Corstorphine Hill, etc), por lo que casi todas sus calles tienen una fuerte pendiente, así que imagínate, pateando calle arriba calle abajo, por la noche, sin tener ni mapa ni nada y sin batería en nuestros móviles… por suerte, después de mucho buscar y preguntar dimos con la calle del hotel ¡fue toda una odisea!
El octavo día iba a ser el último que podríamos disfrutar de la ciudad, ya que a las 4:30 de la mañana tendríamos que salir hacia el aeropuerto para embarcar hacia Londres.
Nos levantamos temprano para llegar al Castillo de Edimburgo justo a la hora de su apertura para así no tener que esperar colas. Esto no fue ningún problema ya que había una taquilla habilitada sólo para quienes íbamos con la Explorer Pass.
Uno de los lugares más singulares de todo el Castillo fue el Pet Cemetery, un pequeño jardín en el que durante el s.XIX los oficiales del castillo enterraban a sus mascotas.
Otro aspecto curioso del castillo es el One o’clock gun, que se dispara todos los días (excepto los domingos) a las 13:00 y que permite a todas aquellas personas que se encuentren en Edimburgo ajustar sus relojes.
Después de visitar el Castillo hicimos una breve parada en Saint Giles’ Cathedral, la iglesia más importante de toda Escocia e iglesia madre del Presbiterianismo. Nunca había entrado en una iglesia protestante y tenía mucha curiosidad por ver cómo eran, así que entré sin dudarlo. ¡Me pareció un lugar precioso!
Después de patearnos la Royal Mile, una calle de una milla de largo que une el Castillo de Edimburgo con el palacio de Holyroodhouse, residencia oficial de la Reina Isabel II en Escocia, conseguimos llegar a Calton Hill, una colina desde donde pudimos disfrutar de una de las vistas más increíbles de toda la ciudad.
Como colofón final a nuestro viaje, nos fuimos a visitar el Mary King’s Close, una serie de callejuelas y casas subterráneas que transcurren bajo la Royal Mile que fueron tapiadas por el City Chamber (el ayuntamiento de la ciudad) en 1750 y famosas por sus mitos y leyendas sobre fantasmas, ya que allí murieron numerosas personas a causa de la peste que asoló Escocia en el s.XVII. Las visitas son guiadas.
Nosotros reservamos y pagamos nuestra entrada a través de la página web y el precio fue de unas 13 libras.
Así, nuestro viaje llegaba a su fin. Tan sólo nos quedaba medio día por delante que pasaríamos de aeropuerto en aeropuerto con una pena inmensa por tener que abandonar esta maravillosa región…
Un comentario
Precioso!