Se va acercando el verano y seguro que muchos de vosotros no habéis decidido aún dónde pasar estas vaciones, por eso hoy os traemos una nueva serie de “Diario de Viaje”, aunque esta vez elegimos un destino más refrescante, la isla de Mallorca.
Mallorca fue el destino de mis últimas (grandes) vacaciones, un viaje casi improvisado, organizado de un mes para otro (cosa que no me veréis hacer demasiadas veces) y que me dejó con muy buen sabor de boca, con muchísimas ganas de volver.
Realmente, Mallorca no estaba dentro de nuestros planes a corto plazo, pero como no habíamos tenido la posibilidad de organizar un viaje en condiciones y necesitábamos desconectar un poco, nos decidimos por esta isla.
Allí disponíamos de coche para todas las vacaciones y habitación para varios días (la parte positiva de que tu familia y amigos emigren…) y así el viaje nos podría salir un poco (bastante) más barato…
Pese a haber reservado con tan poca antelación, los precios de los billetes de avión no fueron desorbitados, unos 145 € por persona ida y vuelta Asturias – Palma – Asturias, teniendo en cuenta que era AirBerlin (por cierto, una de las pocas compañías que aún da algo de picar gratis a sus pasajeros, cosa que se agradece mucho).
Aunque fuimos a mediados de Septiembre, ya casi en Otoño, el tiempo fue nuestro aliado; no hizo demasiado calor y sólo llovió un día, por lo que pudimos disfrutar de unas vacaciones muy agradables. Comprenderéis que siendo del norte, lo que más agradecimos (muchísimo más que el clima), fue la temperatura del agua, ese placer de poder bañarte sin que te duela todo el cuerpo, sin tener que esperar 15 minutos hasta que por fin te animas a meter la cabeza…
El primer día lo dedicamos a visitar la capital, Palma de Mallorca, una ciudad muy bonita pero que se nos hizo un poco pesada a la hora de recorrerla a pie (vale, el calor también influyó un poco…) Aún así, el día de nuestra llegada, después de visitar la Catedral de Sta. María (La Seu), el Palacio de la Almudaina, comer en una pizzeria muy recomendable, el Café Murada, muy cerca de la Catedral, aún nos quedaban fuerzas para patearnos de arriba a abajo el paseo marítimo.
Al día siguiente nos levantaríamos temprano para emprender nuestro tour por la isla y así aprovechar al máximo el estupendo día que hacía… Esta vez pondríamos rumbo al mirador de Sa Creueta, a 232 metros de altura, en la península de Formentor, a una hora de Palma.
Desde allí pudimos disfrutar de unas vistas increíbles, con los imponentes acantilados del Cap Formentor y el azul más intenso que he visto nunca, el del mar Mediterráneo.
Reservar nuestro alojamiento para los dos primeros días de los cuatro que pasaríamos recorriendo la isla fue la tarea más difícil, ya que si hay algo que ODIO son los macrohoteles y las aglomeraciones de turistas y al ser Mallorca destino por excelencia para alemanes e ingleses ya os podéis imaginar lo que nos costó decidirnos…
Finalmente y tras mucho buscar, dimos con el hotel perfecto para nuestras dos primeras noches, el Hoposa Niu, al noroeste de la isla, en plena Cala San Vicente. Un hotel pequeño, con muy pocas habitaciones y una terraza maravillosa que cumplió al 90% con nuestras expectativas.
Digo al 90% porque la comida dejaba bastante que desear, pero bueno, eso es algo de fácil solución y con irte a comer a otra parte ya está… Estuvimos allí dos noches y el precio fue de 198 € con alojamiento y desayuno.
(Fuente: Hotel Hoposa Niu)
Si hay un lugar de Mallorca que nos dejó verdaderamente enamorados, esa fue la Playa de Formentor, donde disfrutamos de dos atardeceres mágicos. No pudimos haber elegido mejor hora para visitarla, las 19:00, hora en la que los guiris se marchan a cenar y tan sólo quedan 10 personas contadas en toda la playa disfrutando de lo mismo que tú, de los últimos rayos de sol del día, del dolce far niente…
4 comentarios
Que fotos tan estupendas! Gran artículo y muy interesante el diario de viaje!
Muchas gracias por tus palabras Marta, ¡un abrazo! :)