Como ya te conté hace algunos post, en 2011 me fui a cumplir uno de mis sueños, un señor viaje por Escocia. Durante 8 días recorrí acompañada por mi pareja todos los kilómetros que fuimos capaces (2242 Km / 1393 millas) y disfrutamos intensamente de cada rincón de esta preciosa región.
Llegamos al Aeropuerto de Edimburgo el 11 de Octubre (2011) sobre las 12 de la noche tras haber salido de Asturias sobre las 14:00 y haber pasado en el Aeropuerto de Stansted (Londres) alrededor de 5 horas, así que estábamos agotados, básicamente de no hacer nada.
Por suerte, el señor que se encargaba del servicio de lanzadera del hotel fue tan amable de esperarnos a nuestra llegada a Edimburgo aunque ya hubiese acabado su turno.
Eso sí, antes habíamos avisado de que llegaríamos un poco más tarde de las 12 y no nos pusieron ninguna pega (primer contacto con los escoceses, ¡ok!) así que si crees que te puede pasar lo mismo, no te olvides de avisar al hotel, te ahorrarás un susto y para ellos lo más probable es que no suponga ningún inconveniente.
Del hotel Dakota Edinburgh y del recibimiento del conductor ya te he hablado en este post, así que si quieres, puedes echarle un vistazo.
A primera hora de la mañana regresamos al aeropuerto para recoger nuestro coche de alquiler, un Hyundai i.20 que habíamos reservado previamente desde la web de Europcar y que nos salió por unos 200 € (manual / 7 días).
Tras varios malentendidos con la chica encargada de atendernos y tras habernos dado un susto de muerte al decirnos que nos cargarían una fianza de 1.400 € (al final no nos la cargaron, pero menuda broma), conseguimos completar todo el papeleo y sentarnos en nuestro querido “Hyundi”.
Nos tomamos el primer contacto con calma, había que hacerse a la idea de que el volante estaba a la derecha. Sin embargo, y en contra de todas nuestras expectativas, mi habilidoso conductor pronto se hizo al coche y en muy poco tiempo ya estábamos en marcha camino de nuestro próximo destino, St. Andrews.
St. Andrews (a parte de albergar la universidad en la que se conocieron William y Kate) es mundialmente conocido por ser cuna del golf.
A nosotros el golf ni nos va ni nos viene, pero los cementerios bonitos nos encantan, así que para allí fuimos a ver las ruinas de su antigua catedral.
Lo único que recomendaría de St. Andrews (a pesar de que es un lugar bastante bonito para dar un pequeño paseo), es su cementerio. Merece la pena dedicar un tiempo a leer los epitafios de las tumbas, ¡os sorprenderéis con la antigüedad de algunas de ellas!
Dejamos St. Andrews para ir hasta el Castillo de Glamis. Las visitas a su interior son guiadas y en inglés y el precio fue de 9,5 libras (por persona). Tiene una arquitectura muy curiosa, parece sacado de un cuento.
Seguimos nuestro recorrido hasta el Castillo de Dunnottar, al que le hemos dedicado un post. Me resulta difícil hacer una descripción exacta del lugar, es un emplazamiento único (cuando veas las fotos me entenderás).
Se trata de un pequeño risco al borde del mar, una especie de mini-península… un lugar verdaderamente mágico y nosotros tuvimos la suerte de poder visitarlo durante un atardecer precioso.
La entrada cuesta 5 libras y para entrar tendremos que caminar un poco ya que se accede por un camino de tierra que desciende hasta la altura del mar y luego vuelve a ascender por unas escaleras hasta la taquilla.
Como anécdota contarte que una vez estábamos abajo y ya cuando tan sólo nos faltaban unos metros para acceder al castillo, nos dimos cuenta de que no llevábamos dinero encima y tuvimos que deshacer todo lo andado hasta el coche para buscarlo; para más inri, faltaba poco para que cerrasen el acceso así que tuvimos que ir y volver corriendo…
Éste fue nuestro primer contacto con la leyenda de William Wallace ya que se cree que fue él quien en la Edad Media asoló y quemó la fortaleza, ocupada principalmente por ingleses y religiosos, para convertirla posteriormente en su refugio.
Salimos temprano de Ballater, donde se encontraba nuestro hotel, (The Auld Kirk) hacia Tomintoul, haciendo una pequeña parada para acercarnos hasta el Palacio de Balmoral, residencia de la reina de Inglaterra durante época estival.
Sabíamos que lo más probable era que nos lo encontrásemos cerrado ya que habíamos leído que la familia real suele estar allí hasta Octubre, pero aún así nos pudo la curiosidad y para allí que fuimos…
Como era de esperar nos lo encontramos con el pestillo puesto, así que nos volvimos a montar en nuestro Hyundi y reanudamos la marcha.
Nuestra próxima parada fue el pequeño pueblo de Tomintoul, a medio camino entre Ballater e Inverness. Únicamente paramos allí a comprar algo para comer y cotillear un poco algunas tiendas.
Continuamos hasta Fort George, un fuerte militar que data del s.XVIII y que aún sirve como residencia para algunos soldados escoceses.
Allí compramos nuestras “Explorer Pass”, un pase que por 34 libras te permite visitar numerosos castillos, museos y diversas atracciones turísticas por toda Escocia (¡imprscindible!).
Nuestro hotel para esa noche, el Bannerman House B&B, se encontraba en Inverness, a tan sólo 15 de minutos de Fort George, así que como no teníamos ninguna prisa y el día estaba estupendo (aunque con un viento terrible) nos dedicamos a pasear tranquilamente por allí toda la tarde.
Además, si tienes suerte, quizás puedas avistar focas y delfines… a mi me hubiera encantado, pero aunque estuve un buen rato pendiente del mar, no conseguí ver nada de nada.
Una vez en Inverness, nos instalamos en nuestro B&B y salimos a dar un paseo a orillas del río Ness.
Todo estaba iluminado con luces de colores, no sé si porque estaban de celebración o simplemente porque les apetecía dar un toque de color a una ciudad que hasta ese preciso instante me había parecido demasiado gris.
Las luces aportaban un romanticismo especial a la ciudad…