Cuenta la leyenda que en el siglo XVII en Zugarramurdi, un pequeño pueblo del norte de Navarra de apenas 250 habitantes, imperaba la brujería y se celebraban todo tipo de ceremonias demoniacas.
Este coqueto rincón fronterizo con Francia ubicado en la parte occidental del Pirineo Navarro y en el límite norte del Valle del Baztán, se hizo famoso por albergar la conocida como Cueva de las Brujas de Zugarramurdi (Sorginen Lezea).
Aquí se dice (y recalco el “se dice”) que algunos vecinos se entregaban a la oscuridad invocando al diablo y practicando rituales de magia negra.
La leyenda de las brujas de Zugarramurdi
Pero, ¿qué hay de cierto en esta leyenda que le ha valido a Zugarramurdi el sobrenombre de “el pueblo de las brujas”? Pues todo y nada a la vez, como en casi todas las historietas que se han ido transmitiendo generación tras generación.
Y es que pese a tener una base más o menos real, esta leyenda se vio alterada desde un inicio por la fantasía, la sugestión e ignorancia de las gentes de la época (y por el morbo de todos los que hemos llegado después, para qué nos vamos a engañar).
Dejando a un lado la parte legendaria de la historia y basándonos en hechos verídicos, lo cierto es que actualmente sorgin significa brujo/bruja en euskera y que existen dos versiones que explicarían el origen de esa palabra y por tanto del nombre de la cueva:
1. Sortze: nacer/crear | Egin: hacer = La que hace nacer, la partera.
2. Zorte: suerte | Egin: hacer = Adivinador del futuro, oráculo.
Quienes recibían el apelativo de sorgin en el siglo XVII, y más en ambientes rurales, eran generalmente personas conocedoras del mundo natural. Sabían de plantas, hierbas medicinales y de todo lo que tenía que ver con la reproducción humana, como la fertilidad, el parto e incluso sobre anticonceptivos.
Por tanto, no es de extrañar que dentro de la cueva también realizasen celebraciones consideradas paganas, rituales y fiestas en las que se comía, bailaba e incluso tenían sexo (¡un escándalo!), ya que este lugar representaba, para ellos, a la Madre Tierra (Ama Lur) y éste era un modo de conectar con ella.
Esto se escapaba al entendimiento de la gente de a pie, en su mayoría campesinos muy faltos de cultura (y sobrados de tiempo libre y mala leche), casi o totalmente analfabetos, que lo asociaban al diablo, a la brujería y a todo tipo de sortilegios.
Y es que en aquellos tiempos la sociedad vivía inmersa en la superstición, la ignorancia y el miedo…
Eso unido a la falta de comprensión hacia aquellas personas que hablaban una lengua diferente y que tenían costumbres distintas a las suyas hizo que se difundieran todo tipo de rumores y se pusiera en serio aprieto a quienes participaban en esas reuniones festivas.
De esta forma, el terror se propagó con rapidez entre los habitantes de Zugarramurdi, y muchas personas no tardaron en señalar a sus vecinos como brujos y herejes.
¿Qué fue el Auto de Fe de Logroño de 1610?
El caso de acusaciones más grave sucedió en 1610, y llegó a oídos de fray León de Araníbar, abad del monasterio de Urdax, terrateniente resentido con sus vecinos y, desgraciadamente, confidente de la Inquisición.
El Santo Oficio decidió enviar desde Logroño a los inquisidores Juan Valle Alvarado y Alonso de Becerra y Holguín para ver qué estaba sucediendo en Zugarramurdi.
Tras unas investigaciones nada rigurosas y muy polémicas (se llegó a obligar a los vecinos a denunciar a los supuestos herejes bajo amenaza de excomunión), se acordó considerar a aquellas personas brujos y brujas, y a sus fiestas aquelarres en los que se suponía que se practicaban todo tipo de conjuros y magia negra.
La palabra “Akelarre” tiene su raíz en “Akerra” (= macho cabrío, una deidad de la naturaleza que también se asocia con el demonio) y “Arre” (= prado), lo que viene a significar “prado del macho cabrío”.
El resultado de esas pesquisas fue el encarcelamiento de 300 vecinos de Zugarramurdi y pueblos cercanos, tras lo cual tuvo lugar el Auto de Fe de Logroño del 7 y 8 de noviembre de 1610.
En este proceso fueron juzgadas alrededor de 40 personas, acusadas, entre otras muchas cosas, de negar el Cristianismo, venerar al diablo, participar en orgías y hacer pociones mágicas.
Muchos de los acusados aceptaron los cargos y fueron absueltos, otros se enfrentaron a diferentes penas de cárcel y privación de sus bienes. Sin embargo once no corrieron tanta suerte, ya que cinco murieron en prisión y a otros seis los quemaron vivos.
El Museo de las Brujas y las Cuevas de Zugarramurdi
La Cueva de las Brujas de Zugarramurdi se encuentra a escasos 500 metros del pueblo, en el camino que une éste con Sare (Francia), un tramo de tres horas y media y 12 kilómetros (solo ida) de los que componen la ‘Ruta del Caballo Azul’ (Pottokaren bidea) y que une las poblaciones de Ainoha, Sare, Zugarramurdi y Urdax Urdazubi.
La ‘Ruta del Caballo Azul’ tiene una duración total de aproximadamente 12 horas y 36,5 kilómetros y está muy bien señalizada con la imagen de un potrillo azul.
También recibe el nombre de ‘Ruta de los contrabandistas’ ya que antiguamente se utilizaba para el contrabando de todo tipo de cosas entre Francia y España.
A la salida de Zugarramurdi y de camino a la cueva está el Museo de las Brujas (5,5€ adultos – 3,5€ niños), un lugar de recuerdo que se encuentra en lo que antaño fue un hospital.
Es una parada muy interesante y didáctica para conocer un poco de la historia, las costumbres y vida de la época así como la mitología de la región. No saldrás de allí entendiendo del todo cómo pudo suceder algo tan terrible pero te ayudará a comprender en gran medida cuáles fueron las causas que lo motivaron.
Retomamos la marcha y, tras un agradable paseo por un camino adoquinado entre prados y caseríos (también se puede llegar en coche, pero te recomiendo que lo dejes en el pueblo y así disfrutes del paisaje) llegaremos a las taquillas de la Cueva de las Brujas de Zugarramurdi.
Afortunadamente la entrada no es libre, si no no sé en qué condiciones se encontrarían tanto las cuevas como el entorno, ya que pese a tener que pagar por acceder ya recibe unos 65.000 visitantes al año (aproximadamente).
El ticket de acceso cuesta 5,5€ para adultos y 3,5€ para niños de 6 a 12 años, aunque si has visitado el Museo de las Brujas antes tendrás un descuento de 1€ (o viceversa si visitas el museo después).
• No está permitida la entrada de perros y no es aconsejable entrar con carrito, ya que los caminos que hay que transitar para visitar la cueva son de monte, el firme es irregular e incluso hay bastantes escaleras.
• Sí que se puede hacer perfectamente con niños que caminen o incluso porteando, ya que no es nada peligroso y solo te costará un poco más de tiempo.
• Es una zona bastante húmeda, así que es imprescindible llevar calzado adecuado, al menos cerrado y si puede ser de montaña (aunque no hace falta que sea profesional), mejor que mejor.
Mi consejo es que no sucumbas ante la impresionante visión que tendrás de la Cueva de las Brujas al comenzar el recorrido.
Sigue la pista que encontrarás al pasar las taquillas a mano derecha y que te conducirá, en primer lugar, hasta un mirador desde donde se tiene una buena panorámica del pueblo.
De esta forma harás una ruta muy completa que no te llevará más de una hora y media, siempre haciéndola con calma, disfrutando de lo que te rodea y parando a contemplar los secretos que esconde este misterioso paisaje.
Verás que el entorno es una maravilla; un bosque de una naturaleza exuberante bañado por las aguas de la Regata del Infierno (Infernuko Erreka), un riachuelo que atravesaremos varias veces durante el recorrido.
Él, por pequeño que sea e imposible que parezca, es el culpable de la erosión en la piedra que creó, tras miles y miles de años, la Cueva de las Brujas de Zugarramurdi.
Ello dio lugar a esta impresionante cavidad superficial de formación kárstica (roca caliza) que alcanza los 120 metros de largo, los 26 de ancho y los 12 de altura (aunque estas medidas no son regulares en toda la cueva).
En la parte inferior de esta gran cueva también se pueden ver los restos de los hornos de cal que los agricultores utilizaban en el siglo XVIII para producir cal viva para el campo, ya que la usaban como herbicida, fertilizante o para corregir la acidez del suelo.
Esto demuestra que fue un lugar frecuentado no solo por todos esos supuestos hechiceros, sino también por gente “normal” a quienes la cueva les servía como recurso.
¡Es más! En la Cueva de las Brujas de Zugarramurdi esta zona también se encontraron restos arqueológicos prehistóricos, más concretamente cerámicas.
Tras pasar por la Cueva Pequeña y por el bucólico Prado del Akelarre podemos acceder a la parte superior de la cueva principal, donde hay dos galerías laberínticas desde las que se puede contemplar la Cueva de las Brujas desde otra perspectiva.
Si nos asomamos a una de ellas, la Cueva del Akelarre, tendremos las que son para mí las mejores vistas del complejo, así que antes de finalizar el recorrido e irte te animo a que cotillees un poco esta parte, porque hay mucha gente que la pasa por alto.
La visita a Zugarramurdi y a sus cuevas está integrada dentro de uno de los itinerarios propuestos por la Comunidad Foral de Navarra dentro de la Ruta de la Brujería.