Hay lugares en los que parece que se detiene el tiempo… sitios que hacen que te zambullas de lleno en pensamientos que fluyen en otra época, que imagines cómo sería en otros tiempos, que sueñes con haber podido estar allí en ese momento.
La última vez que me encontré en ese estado de ensimismamiento fue en nuestro viaje a Bélgica, en la visita que hicimos al beginjhof ‘Ten Wijngaerde‘, el beaterio de Brujas, un lugar mágico que me hizo soñar con historias y vidas de monjas sin ser yo nada religiosa.
Llegar hasta allí es fácil ya que es uno de los primeros sitios con los que te encuentras si vas desde la estación de tren hacia el casco antiguo. Además también está justo al lado del hiperfotografiado Minnewaterpark (lago del amor) así que no hay pérdida.
El beaterio de Brujas (Begijnhof ten Wijngaerde) es un oasis de paz y tranquilidad en medio del caos total que es Brujas hoy en día. Es importante comentar que aunque haya sido declarado Patrimonio de la Humanidad, no es un sitio demasiado concurrido, así que la visita es bastante amena y relajante.
Aunque actualmente en el beaterio residen monjas benedictinas, se creó en el siglo XII como residencia para mujeres que pese a decidir entregar su vida a la ayuda al prójimo no aceptaban ciertos votos como la pobreza, por lo que trabajaban bordando o realizando otras labores para ganarse su propio sueldo.
Si te apetece puedes cotillear en las entrañas de una antigua casa del beaterio que ha sido acondicionada como museo. La entrada cuesta 1 €, así que te recomiendo que aunque sea por aprovechar la paz y tranquilidad que se respira allí (algo que escasea en Brujas), dediques 15 minutos de tu día a visitar esta coqueta casa.
Así que ya sabes, para escapar de las agobiantes calles de Brujas no tienes más que caminar un poco y disfrutar de este entorno tan bonito…