Barcelona es una ciudad que despierta en mí sentimientos encontrados. No sé si me encanta o si no, y es que he de reconocer que el barullo de la ciudad me agobia un poco (por no decir muchísimo).
Es la ciudad con más turistas por metro cuadrado en la que he estado nunca, y por más veces que visito la ciudad condal, no consigo sacarme ese sentimiento de agobio de dentro (será que soy “muy de pueblo”, como bien dice mi madre).
También es cierto que no todas las zonas de Barcelona son iguales y que al igual que me pasa con otras grandes ciudades (como pueden ser Madrid o Londres), cuanto más la conozco más me gusta. Sí, Barcelona me tiene enganchada.
Hoy, quiero compartir contigo el diario de viaje de nuestra última escapada a Barcelona, un viaje un poco fuera de lo común ya que aunque aprovechamos unos días para hacer un algo de turismo, era por trabajo.
DÍA 1 – aterrizaje en Barcelona y visita a Mercabarna
Volamos a Barcelona desde Asturias con Vueling un jueves por la tarde, por lo que ese día lo dedicamos a no hacer nada, una cena rápida en la Tagliatella de Carrer de Mallorca y a dormir, que a las 3:00 a.m tendríamos que estar en pie para acercarnos hasta Mercabarna para visitar a unos clientes.
DÍA 2 – de desayunos, laberintos y más trabajo
Después de regresar a nuestro hostal y dormir un par de horas más, por fin llegaba mi momento preferido del día, ¡la hora del desayuno!, así que nos acercamos hasta el café Granja Petitbo (Passeig Sant Joan, 82), un local moderno con aires decadentes donde disfrutamos de una carrot cake buenísima y un zumo de naranja horrible (ni tres sobres de azúcar consiguieron quitarle el sabor a limón, ¡puag!).
Después de reponer fuerzas nos subimos al metro para llegar hasta el Parc del Laberint d’Horta (parada de metro Mundet). Este parque data de principios del siglo XIX y lo componen dos jardines, uno neoclásico y otro romántico.
La entrada nos costó 1,42 € con descuento de estudiante, sin embargo fue una pena porque el laberinto estaba en mantenimiento y no se podía acceder a él, sólo verlo desde la parte de arriba. El resto del parque es bastante bonito, pero tampoco nada del otro mundo, así que está bien visitarlo si ya conoces Barcelona, si no, no me parece que merezca demasiado la pena.
El resto del día lo dedicamos a más visitas de trabajo…
DÍA 3 – brunch, modernismo y retazos de nuestra historia
El tercer día nos fuimos directos a por el brunch de Travel & Cake (Rosselló, 189 – de la cadena Cup & Cake). Es recordarlo y ponerme a salivar. Nos pedimos una macedonia de frutas, unos huevos revueltos con patatas y jamón ibérico y un donut con frutos del bosque relleno de nata… ¡todo estaba para chuparse los dedos!
Eso sí, los dos zumos de naranja que acompañaban al brunch eran bastante malos también (¿qué pasa con las naranjas en esta ciudad?) El precio de todo fue de 22 € y la experiencia más que rcomendable.
Para bajar la comida decidimos recorrer el Passeig de Gràcia y disfrutar de la arquitectura modernista de la zona, paseando por delante de edificios como La Pedrera (o Casa Milà) y la Casa Batlló, ambas de Antoni Gaudí.
Parte de la magia de Barcelona la podemos encontrar en sus fachadas. Alrededor de toda la ciudad te puedes encontrar con auténticas joyas, así que no dejes de levantar la vista de vez en cuando.
Después de pasar por la frenética Plaça Catalunya y de recorrer Las Ramblas llegamos hasta al abarrotadísimo mercado de la Boquería. Antes de entrar es necesario que te mentalices de que si quieres recorrerlo entero vas a tener que tener muuuucha paciencia, tanto por la cantidad de gente que hay como por los empujones que tendrás que soportar…
Allí las posibilidades son infinitas: puestos de venta de todo tipo de comida, pequeños bares, etc.
Nuestro recorrido continuó hasta la Plaça de Sant Felip Neri, un rincón oculto para la mayoría de los turistas que pasean por el barri Gòtic pero que forma parte de los lugares con más historia de la ciudad.
Allí fueron asesinadas 42 personas (la mayoría niños) en un bombardeo durante la Guerra Civil Española (Enero 1938), un episodio que quedó grabado en las paredes de los edificios de la plaza y en el ambiente que la envuelve. Aún flota en el aire ese recuerdo que lo convierte en un lugar muy especial.
Por la tarde visitamos el barrio de El Born, una de las zonas más modernas y con más vida de la ciudad. Paseamos por su no mercado mientras contemplábamos las ruinas del antiguo barrio que datan del siglo XIV, ubicadas justo debajo del edificio del antiguo mercado, reconvertido en centro cultural en los años 80.
Justo allí al lado también está un local precioso y recién abierto al público que se llama La Xocolatería, una de las boutiques del chocolate creadas por el repostero Oriol Balaguer cuyo principal logro ha sido reinventar el chocolate con churros mediante un artilugio muy útil para comerlo mientras se pasea.
De todas formas, como buena amante de los croissants, lo que más me llamó la atención fue que presumían de ser los autores del mejor croissant de España en 2013, así que tenía la obligación de catarlo. Lo cierto es que estaba bueno, pero no más que tantos otros que se pueden comer en muchos otros lugares. Algún día publicaré aquí mi ranking (que por raro que parezca lo tengo).
Después del parón para el chocolate visitamos Santa María del Mar, una basílica preciosa de estilo gótico que data del siglo XIV y a la que le tenía unas ganas tremendas.
Ya por la noche era hora de darnos un homenaje. Para ello el elegido fue el Restaurante Patrón, un local que me sorprendió mucho y para bien. Es elegante pero desenfadado, perfecto para todas las edades. Tiene varios camarotes privados para reuniones más íntimas. El precio es un poco alto pero no muy caro. Además también tienen servicio de coctelería y lo mejor, ¡música en directo!
DÍA 4 – historia escondida y comida mediterránea
Para el cuarto día teníamos un plan bien distinto. A las 11:00 estábamos puntuales en la Plaça del Diamant (barrio de Gràcia), donde habíamos quedado con el que sería nuestro guía en la visita al Refugio 232, uno de los refugios antiaéreos creados en Barcelona durante la Guerra Civil y uno de los mejor conservados.
La visita fue agradable, entretenida, pero sobre todo muy didáctica, ya que nos sirvió para aprender y entender muchas cosas sobre la Barcelona de la época, sobre cómo se desarrolló la contienda allí.
¿Sabías que la población civil de Barcelona fue la primera del mundo en sufrir un bombardeo sistemático? ¿Sabías que estos bombardeos fueron ejecutados directamente por las tropas italianas de Mussolini?
El tema es asombrosamente interesante, por lo que dentro de poco tendrá su bien merecido espacio en un post, así que si te interesa, permanece atento…
Para comer nos desplazamos hasta la playa de la Barceloneta para probar el restaurante Pez Vela, justo a los pies del imponente Hotel W. El interior del local es muy grande, de todas formas es casi imprescindible reservar (932.21.63.17) si quieres tener tu sitio asegurado, ya que se suele llenar.
Nosotros comimos fuera y aunque comimos muy bien, fue un pelín caro, 72 € dos personas (patatas con salsa picante, pa amb tomaquet, arroz, pan, una cerveza, agua y postre). Perfecto para un día espcial pero quizás algo excesivo para ir muy a menudo.
DÍA 5 – primer contacto con Montjüic, vuelta al Born y despedida
El último día continuamos con la maravillosa rutina de salir a descubrir sitios fantásticos donde desayunar. Esta vez el elegido fue el Café Cometa, en el barrio del Poble Sec (Carrer del Parlament, 20), un local bastante pequeño pero muy “cuco”. La decoración es una maravilla. El precio de dos zumos de naranja naturales, un croissant y un bocadillo de jamón fue de 8€.
Después de desayunar nos acercamos hasta Montjüic, donde disfrutamos de una de las mejores vistas sobre la ciudad, de su castillo y de un agradable paseo por los alrededores acercándonos hasta el estadio olímpico y el Palau Sant Jordi (llámame ignorante pero ni idea tenía de que estaban allí arriba…)
Tras un intento frustrado por visitar el museo Picasso (cierran los lunes) y ya a la hora de comer, decidimos visitar de nuevo el barrio de el Born e hicimos la parada de rigor en Llamber (carrer de la Fusina, 5), un restaurante asturiano que ya habíamos probado en nuestra anterior visita y que a Adán le encanta, aunque yo no termino de piyarle el punto… Quizás te suene el nombre, y es que tienen otro restaurante en Avilés.
Habiendo terminado de comer sólo nos quedaba acercarnos hasta el hostal a recoger las maletas y de allí directos para el aeropuerto (en autobús 20.4 € ida y vuelta), donde irónicamente disfruté de uno de los momentos más relajantes del último año viendo despegar aviones antes de coger el nuestro…
5 comentarios
Hey, tuvisteis el mismo guía que nosotros en la visita al refugio de la Plaça del Diamant! :D Me encantó cómo nos hizo vivir la historia, es una visita muuy recomendable. Ahora estoy en ese punto en el que leo sobre lugares de Barcelona y ya me pongo un poquito nostálgica, pero cuando estás en la ciudad es cierto que agobia un poco (mucho) en según qué zonas. Nosotros vivíamos cerca de la Plaça del Diamant y Gràcia es perfecto porque tiene partes muy tranquilas, pero el Born, a pesar de ser maravilloso, es horrible en cuanto a aglomeraciones… Ah, y Travel&Cake me encanta, pero mejor vivir muuy lejos de ese sitio jaja Un beso!
Sí, me encantó la visita, fue muy entretenida y aprendimos muchísimas cosas :D Lo de agobiante supongo que también será relativo… al vivir entre Luarca (pueblo) y Oviedo (ciudad pequeña), cualquier sitio me parece un poco abrumador (no te quiero contar Nueva York, que aunque todavía no he estado, me puedo imaginar cómo es, ¡te admiro! jaja) Un abrazo fuerte! :D
Buena ruta! Paseitos, meriendas, el Born… ¿qué más se le puede pedir a Barcelona? ;) La verdad es que pese a vivir enamorada de Edimburgo, echo mucho de menos mi ciudad…
Sí, creo que por fin le voy cogiendo el gusto a Barcelona, a base de visita por año voy bien jeje :) ¡muac!